Al final lo logré.

Me los puso, después de pedírselo y sospechar que ya lo había hecho, me lo confesó. Me llamó a la cama y contó que me había puesto los cuernos que tanto deseaba.
Fue una mezcla de celos, pero enseguida se fueron, para dar paso a una sensacion de inmenso placer.
Me contó los detalles despacito y mi polla se fue poniendo dura, muy dura.
A cada palabra, a cada polvo que echó, mas y mas dura.
...
Cuando terminó de contar todo lo que hizo, la pedí que me hiciese una mamada, tal y como se la había hecho al otro.
Mi polla no duró demasiado en eyacular sobre su boca.
Sonriendo, con su boca llena de semen, la dije que estaba orgulloso de ella.

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